Como en la fábula del escorpión y la rana en la que, al cruzar ambos el río uno a lomos de la otra, el mortífero arácnido pincha y envenena al anfibio y éste le pregunta"Pero ¿por qué lo has hecho? Así ambos moriremos ahogados", a lo que el escorpión responde: "Lo siento ranita. Es mi naturaleza."
Pues así debe ser mi naturaleza. Crítica y provocadora.
Tengo la odiosa habilidad para ver el lado oscuro de lo acontecido y el irresponsable e irrefrenable impulso de contarlo para provocar ira y desaprobación.
Viene toda esta justificación para contarles que algo huele a quemado en los fogones españoles. El incendio en el restaurante Mugaritz ha despertado mi instinto. He olido la sangre. Ya tengo presa.
Vi un reportaje la semana pasada en Antena 3 sobre los fraudes a las aseguradoras en el que un representante de la policía nacional afirmaba que más del 90% de los incendios en empresas que ocurrían de noche y en fin de semana eran provocados para cobrar del seguro. Y, chas! mi malévolo cerebro ha maquinado.
Por descontado que no estoy acusando a los propietarios de este gran restaurante de provocar tan grave accidente y, desde aquí les doy todo mi apoyo y ánimo para que la vuelta sea lo antes posible. Pero no he podido dejar escapar la oportunidad de utilizar tan negro argumento para la siguiente reflexión:
Hace semanas nos enteramos que Adriá cierra, hoy Aduriz, y mañana quien. ¿No será que esta crisis de clientes y consumidores está afectando más de lo que nadie se hubiera imaginado? ¿No será que se ha agotado el modelo de la alta cocina española? ¿Se han secado los genios? Estamos en un momento muy delicado para la cocina española. Ahora hay que afianzar y arraigar los logros obtenidos en los últimos diez años. Ahora no nos podéis abandonar amigos. No podéis dejar el camino a medio hacer. Buscaos la vida como sea pero seguid adelante. Hemos puesto mucha ilusión en vosotros. Hemos tenido fe y sufrido experimentos en nuestros estómagos (nunca olvidaré el Capuccino frío de fabada asturiana como aperitivo en La Broche de Arola). Toda esta fe ciega ha sido por que pensábamos que en un futuro sentarías la cabeza, dejarías el genio en la despensa y os pondríais a trabajar en una cocina real, en crear una verdadera escuela y estilo de cocina española. Esperábamos que algún día se nos conociera en el mundo entero por nuestra cocina y no por nuestros cocineros como ha sido hasta ahora. Ahora no podéis abandonarnos.
Provocados quedáis todos. Amén.
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