Paisaje durante la batalla.
Me llama mi amigo Charly y me comenta que viene a visitarnos Marco, también amigo, gastrónomo y creador del blog de la
sidra de autor "El Gobernador" llamado
Españar 2010. Viene con su novia Bea, asturiana y residente en Madrid como él, y quiere hacer de guía turístico por Mallorca durante el fin de semana, a ver si consigue que le enamore la isla igual que a él. Por supuesto que en este maratoniano idilio parte importante será la comida y me pide Charly que busque un celler típico en
Inca, donde yo vivo.
Si por algo se conoce mi pueblo, además de ser cuna de grandes firmas de calzado como "Camper", "Lotusse" o "Farrutx" entre otras, es por ser centro neurálgico de los restaurantes típicos mallorquines conocidos como Cellers; nombre que, traducido al castellano, significa bodega. Suelen ser antiguos semisótanos de casas señoriales o fincas rústicas donde se solia almacenar los grandes toneles de vino para así ir consumiéndolo a lo largo del año. Ahora la mayoría se han convertido en garajes, incluso en habitaciones, pero quedan algunas vivendas donde siguen siendo el centro gastronómico de la familia y se utilizan como comedor, fortaleza para los mejores caldos o como improvisado salón de catas. Los antiguos cellers convertidos en restaurantes suelen conservar los toneles de vino, la mayoría de manera testimonial, y están decorados con motivos tradicionales del campo mallorquín.
Pues bien, me puse manos a la obra y reservé una mesa para doce en el Celler Ca´n Marrón de Inca. No me equivoqué: festival de sabores y colores auténticos a un precio más que razonable.
Bibi, que se empeñó en rebautizar a nuestra invitada como Begoña, hizo los honores; no le faltaron ganas de repetir su frase favorita cuando vamos a cenar de tapas: carta en mano dice siempre muy serio al camarero "Traiganos una de cada" y le devuelve el menú. Después de pensar unos instantes hizo una selección de platos que, a juzgar por el brillo de sus labios y dedos al terminar la cena, fue de su agrado y, como no, también del nuestro.
La cena empezó de manera ejemplar con pan blanco y pan "moreno" mallorquín, un rotundo "All i Oli" y verdes, duras y sabrosas "Olives Trencades" (aceitunas partidas) de Mallorca también. Poco a poco fueron llegando los platos de la degustación que, al cabo de media hora, convirtieron la mesa en un lienzo de desordenados, vivos e intensos colores y sabores.
Llengo amb tàperes (lengua con alcaparras), redondo y contundente, de carne fina y suave, un gran plato mallorquín (mediterráneo quizás) con la dificultad de separar su viperino nombre de su sabor, que Cristina probó sin mucho interés y no repitió, aunque las dos atrevidas manchitas de salsa que se alojaron en su pecho fueron la prueba de que sí disfrutó del resto de platos.
Caracoles, a pesar de no ser el mejor momento del año para este plato Bea no se podía quedar sin probarlos. Muy sabrosos con "botifarrón" y costilleja.
Seguimos con dos "fritos" muy típicos de Mallorca: "Frit de Matances" (tradicional del día de la matanza del cerdo) y "Frit de Pasco" (del día de Pascua). Los "Frits" son salteados de las asaduras, o partes menos populares, de los animales que más abundan en la isla mezclados con patatas y verduras de la temporada y aderezados con una cantidad importante de especias y hierbas (hinojo sobretodo). Los de Ca´n Marrón estaban exquisitos, en su justa medida de manteca de cerdo (sí, es sabido que la mallorquina no es una comida muy equilibrada) y de picante, que es un error muy extendido en este tipo de restaurantes.
Manitas de cerdo rellenas de carne, pasas y piñones: espectaculares y sin huesos molestos, envueltas en hojas de col, acompañadas de una salsa de tomate que, al preguntar a la camarera si llevaba hierbabuena, me respondió con una maliciosa sonrisa: "Sí, un poquito, así son más digestivas".
El
calamar relleno de algo muy parecido a lo anterior, acompañado de una salsa de cebollas y tomate, era también delicioso. Xavi, que me dió una grata sorpresa al traerme el último libro del chef
David de Jorge "Con la cocina no se juega" para que lo leyera, no sé si lo probó, pero creo recordar que disfrutó de un
"Polp amb Ceba" (Pulpo con cebolla) tierno y sabroso como hacía tiempo que yo no probaba.
Hubo tres cobardes que no se atrevieron a enfrentarse al resto de luchadores de la batalla por probar todos los platos: Tina pidió Sepias a la plancha (sin sal, please), Marga y Carmen calamares rellenos y Berenjenas rellenas respectivamente. Carleíta no cenó, muy jóven para estos sabores tan fuertes, y Albertito, hecho ya un chaval, intentó sin éxito acabar un plato de chuletas de cordero a la plancha del que dió buena cuenta de unas patatas fritas perfectas, crujientes por fuera y esponjosas por dentro.
Como era de esperar no pudimos con los postres, aunque caímos en la tentación alentados por la camarera de una tarta de plátano, dulce de leche y queso fresco con base de galleta en su justo punto de dulzor que sería un final perfecto de no ser por el atracón que nos dimos anteriormente.
En fin una gran cena que, coronada por unos cafés y algunas
Hierbas Mallorquinas con hielo, nos costó menos de 17 euros por persona.
Esperemos que el primer contacto con la gastronomía mallorquina impresionara a Bea y le enamorara un poquito; los asturianos saben comer, son exigentes y tienen un paladar capaz de disfrutar de sabores fuertes y también delicados. Hice lo que pude. El resto del fin de semanan ya dependía de Marco. Veremos lo que nos cuenta.
Celler Ca´n Marron.
C/ Rector Rayó, 7. (Cerca del Mercat Municipal).
07300. Inca. Mallorca.
msmatemalas@hotmail.com
Tel: 971 504 160
Manitas de cerdo envueltas en hojas de col y rellenas de carne.
Calamar relleno de carne, pasas y piñones.
Vino, con gaseosa para digerir mejor.