miércoles, 27 de enero de 2010

Amigos que cocinan. Bibi.


Lacónico. Es igual cocinando que trabajando y que, en definitiva, viviendo. Sin concesiones, sin dudas y sin preguntas. Directo.
Hoy hemos comido en su casa un "Arros Brut" original en la acepción más americana de la palabra, o sea, auténtico. Palomos, tordos, perdices y vaya usted a saber que más. Por supuesto todo cazado en su finca, limpiado y troceado por él.
El arroz en su punto, un extraordinario sabor y aroma a campo; nada de canela, nada de clavo, nada de pimienta tan sólo arroz y "brut". Minimalismo gastronómico rural.
Me ha parecido estar comiendo lo mismo que un antiguo "pagés" en el descanso de una dura jornada de caza por Mallorca.
"Oye, ¿no has puesto setas?" me paso de listo. "Este año no ha habido". Y punto.
Recetas de este tipo de arroz hay miles, formas de cocinarlo también; secretos en las proporciones, ni se sabe. Pero la autenticidad es inaccesible para el resto de los mortales que tan sólo podemos identificarla, admirarla y disfrutarla fugazmente.

martes, 26 de enero de 2010

Despedida y cierre.

Así se expresa un maestro, un artista. Utilizando ese lenguaje que ni el mejor escritor podría inventar. Infringiendo todas y cada una de las leyes de una rueda de prensa, declaración o exclusiva periodística.
Se cierra el mejor restaurante del mundo. "Se cierra sólo al público" dice él. "Sin público no hay restaurante" digo yo.
Esta crisis acabará con todos nosotros. Tiempo al tiempo.


viernes, 22 de enero de 2010

El comercial.


No hace mucho vino a visitarme a la oficina un delegado de zona de una empresa española muy importante. Como de costumbre con todos los que no conocen mucho Mallorca lo invité a merendar un "Pa amb Oli" al Restaurante "Yunke". He tenido la gran suerte, que nunca he agradecido suficientemente a "Bernat", su dueño, de tener la oficina pegada a este pequeño templo gastronómico. El "Pa am Oli" allí es la perfección hecha realidad. Si llegas sobre las diez de la mañana el pan está en su momento óptimo. La costra se ha endurecido y enfriado, pero la miga todavía conserva algo de calor natural del horno y está esponjosa, en el punto perfecto de elasticidad para que se adhiera el tomate (por supuesto de "Ramellet") y el aceite de oliva. Normalmente yo lo tomaba así cada día, tan sólo le añadía un poco de sal a pesar de que no la necesitara ya que los tomates tenían el mejor equilibrio entre dulce, ácido y salado; pero cuando invitaba a un delegado solía añadirle algo de jamón ibérico con lo que el almuerzo ("berenar" en mallorquín) era ya un manjar de dioses.
Pues bien, nuestro comercial, después de un par de mordiscos dijo: "Pues yo que quieres que te diga. A mí este pan sin sal que coméis aquí no me dice nada." Quedé tan aturdido y deprimido que no le pude contestar; me encontré desposeído de la fuerza necesaria para contarle todas las bondades y virtudes de este gran pan nuestro. ¿Cómo me podía enfrentar a esa ardua tarea de explicar a esta persona que estaba ante una obra de arte gastronómica? Fue pereza o cansancio pero tan sólo dije: "Si, si que es aburrido."
"Eso sí, el jamoncito este está de coña." Dijo para enmendar su error; como buen comercial algo debió notar en mi rostro.
"Sí, imagínatelo con una barra recién salida del horno". Volví a pecar; y es que a mi también me interesaba ser cortés y un conseguir un par de acuerdos económicos.
Ha sido la única vez que lo he hecho. Jamás me cansaré de defender nuestro Pan Mallorquín a pesar de que sea "un pan sin sal". Es uno de los panes tradicionales mejor conseguidos, saludables y equilibrados que conozco. Merece estar entre los mejores y ser comido a diario en más de una ocasión. Pero eso ya es tema para otro día.
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