jueves, 26 de agosto de 2010

Can Simoneta.


Nos regaló el otro día nuestro amigo Tolo una gran cena en el hotel que ha sido una de sus principales ocupaciones durante los últimos años. Tanto él como el director del mismo, Luis Seminario, han conseguido colocar a Can Simoneta entre los primeros establecimientos hoteleros pequeños y con gran encanto de Mallorca. Ahora, que sería el momento de recoger lo sembrado y sentarse a disfrutar del trabajo bien hecho, en lo que yo considero un salto al abismo, Tolo se va a establecer por su cuenta en un nuevo proyecto que seguro también será un éxito. Supongo que eso es la definición de un emprendedor: alguien que atraído por el abismo se sabe capaz de conseguir el éxito en cualquier proyecto y se aburre una vez alcanzado.
La cena, a modo de despedida, nos dejó un recuerdo imborrable y unas ganas terribles de volver... aunque tenga que ser pagando.
La música del trompetista cubano Ivan St.Ives, la tranquilidad de la noche, la gran terraza, la conversación del incombustible Luis ("Con esta música de fondo eres como Andy García" le dijeron), el edifico en calma con su perfecta decoración, el atento y cercano servicio y, casi se me olvidaba, la estupenda comida hicieron que la velada fuera mágica y perfecta, casi olvidando que era una despedida con la tristeza que eso siempre conlleva.
Los entrantes, siempre desordenados cuando se trata de cenas con amigos ya que nadie se quiere perder nada, fueron desde el Carpaccio de bogavante, pasando por Vieiras, hasta Alcachofas. Yo opté por hacerme mi propio menú y escogí dos de los platos de la carta (entrantes ambos) que creía mejores: no me equivoqué.
Empecé con un clásico huevo escalfado con trufa, perfecto, aromático y sabroso, un poco deslucido quizás por el maravilloso jamón ibérico que lo acompañaba que sobresalía entre todos los sabores. Seguí con    una coca dulce de sardinas, sobrasada y miel; una especie de "Mallorca en un plato" que me emocionó al recordar los sabores de la merienda que mi bisabuela me preparaba con los bocadillos de sobrasada y azúcar. Una coca crujiente, en su punto de dulzor, en perfecta combinación con la miel y la sobrassada; las sardinas, marinadas al estilo de boquerones, creo recordar, finas y delicadas, el aliño suave... un gran plato. De postre, una recomendación de Luis, el director: Todo chocolate del que recuerdo, con mono ya de volver a comerlo, la crema de chocolate blanco al curry coronada con una hojita de menta. Hubiera pedido un tuper lleno para llevar a casa, pero no hubiera sido elegante.
Los platos del resto de comensales fueron de lo más variado: solomillos, rapes y meros a tutiplén, de lo que dan buena muestra las fotos de más abajo. Debo confesar que lo probé todo y disfruté de todos los platos. 
Si me tuviera que quedar con una cosa sería con el sabor del solomillo mezclado con el puré de ceps y toffee o con el mero, cocinado al punto, y la salsa de guisantes.
No quiero olvidar las bebidas de la cena. Champán de aperitivo, vino tinto (me gustaría que Luis me recordara cual fue) para la cena, Tokay para los postres y degustación de gin-tonics para la sobremesa.
En fin, mil gracias Luis por tus atenciones y grandes relatos y  mil gracias Tolo por que nos hiciste sentir clientes de Can Simoneta por unas horas... y eso es mucho con los tiempos que corren. Suerte en tu nuevo proyecto. Por cierto, si es en un hotel con restaurante mucho mejor.

Solomillo con chips de alcachofas y puré de ceps y toffee.



Rape con rissotto nero.


Mero y almejas.



lunes, 9 de agosto de 2010

Amigos que cocinan. Biel.



Rápido, directo, sin concesiones, expeditivo y poco amigo de las medias tintas. Así es en su trabajo y así es también cocinando. Al ser mi jefe no me pude negar cuando me pidió que le hiciera de pinche. Sus órdenes eran claras y directas, mis objecciones nulas.
"Corta esto, aparta esto otro, limpia el suelo que hay zanahoria, pasa el trapo, la lechuga más pequeña, no tantas nueces,..."
Joder, que estrés.
Pero estoy seguro que todo lo que hice salió a la mesa tal y como él lo deseaba y eso es un arte.
Cuando sirvió los entrantes, gambas al ajillo y almejas salteadas, el jardín de margaritas (todas las mujeres de la mesa se llamaban así) se revolucionó y se tuvieron que reprimir de lanzarse, barra en mano, al plato de las gambas y mojar pan hasta desfallecer. No hubiera sido chic ni elegante. Ganas no faltaron. Las almejas volaron como si de comer pipas en el parque se tratara, una detrás de otra, de forma mecánica y continuada. Excelentes también.
Biel no dejó que la conversación se fundiera en un silencio ni un instante, estaba en todas y era capaz de responder a dudas, preguntas y cotilleos provinientes de cualquier frente. Un gran anfitrión.
Después vino la torrada.
Una torrada clásica al modo mallorquín de entender este acto. Traducido literalmente sería "quemada, incendiada" y eso es lo que solemos hacer aquí cuando hacemos una barbacoa. Repetimos el rito ancestral que hacían en el campo, en un receso de la dura jornada de trabajo, los campesinos más acomodados que podían comer algo de carne, de cerdo normalmente. Unas brasas, una parrilla y la carne lo más cerca del fuego posible hasta que se vuelve de un color marrón oscuro ya que, según se repite en Mallorca en TODAS las torradas, "el cerdo no puede estar crudo", algo que dudo ya que hay más química en un trozo de lomo que en una aspirina efervescente y no creo que nos produzca ningún desarreglo alimentario comer un trozo de cerdo al punto de cocción.
En Mallorca no sabemos de barbacoas, nada de adobar la carne previamente, nada de cocer primero al horno con especias y tomate para luego finalizar en las brasas, nada de cortes de carne extraños con cocciones diferentes cada uno, nada de veruras, de fruta ni hablamos. Carne incendiada y nada más.
He comido grandes barbacoas en Inglaterra, en Estados Unidos por supuesto, en las Islas Seichelles he alucinado con la forma de cocinar el pescado sobre brasas, en el sur de España hacen maravillas con las sardinas "ensartás", de los asados argentinos ni hablamos, tenemos la suerte de que han proliferado los restaurantes de este tipo y conocemos de sobra su forma de cocinar, pero en Mallorca... aquí mejor olvidamos las "torradas".
Quizás lo único positivo que tengan sea que reúnen en torno a una mesa o fuego a un grupo de amigos que, cerveza en mano, hablan sobre lo buena que esta la hermana de tal o lo mal que ha envejecido la prima de cual o, porqué no, de la última bajada de Telefónica en bolsa y ..."aixó no te preu!!!" (esto no tiene precio).
En favor de Biel y para hacer honor a la verdad hay que decir que nos enteramos de todos los cotilleos posibles de la zona y amistades, que la carne estuvo siempre calentita en la mesa y que no tuvimos ningún cólico.
Una gran velada.

domingo, 8 de agosto de 2010

Michelle y el Tumbet.



Ha trascendido el menú que la casa real ha ofrecido a la sra. Obama (no se si es primera dama, presidenta o simplemente nada como nuestra Sonsóles) en su visita al Palau de Marivent en Mallorca.
Entre los platos, uno mallorquín: Tumbet.
"Oh my God!! Buenísimo. ¿Qué es?"
"Cómo?? Deep Fried Veg.?? Directamente en el aceite?? Esto debe ser todo colesterol y grasas trans!!"
"Qué?? Frito en aceite de oliva extra virgen?? Ese italiano que compramos en la Casa Blanca y que cuesta más de 30 dólares el litro??"
"Cómo?? Que es español?? Pero si el nombre y la etiqueta están en italiano??"
"Majestad, no siga, creo que me estoy mareando."
La sra. Obama se lo habrá comido todo, seguro. Es una enamorada de las verduras. Le habrán explicado que como está más bueno es con un par de huevos fritos, que la salsa de tomate debe ser espesa y natural, que en el horno se compactan las verduras y se mezclan los sabores.
Seguro que volando hacia Washington, en su flamante Air Force One (or two), evocando el real Tumbet se le habrá escapado un presidencial eructito trayendo con él las reminiscencias de los ajos fritos que coronan este plato.
Ya, en su casa y con su marido, y después de haberle entregado todas las horteradas compradas en Marbella, le habrá explicado lo del aceite, lo de los huevos, lo de los ajos ya lo habrá notado él solito.
"Lo siento cariño, pero es que estaba tan bueno. Delicioso."
"Me han dicho que si nos portamos bien, volvemos sin niñas disfrazadas de bailarinas, nos invitarán a una Llampuga amb Prebes que quita el sentío y olé!!... ay que lío llevo."
"Resulta que la Llampuga es un pescado que sólo se pesca en un par de zonas del mundo, entre ellas en Mallorca, y durante una corta temporada a final de agosto ... bla, bla, bla, ..."

jueves, 5 de agosto de 2010

El Profesional. Otra vez Bibi.


A modo de resarcimiento después de su ya famosa escabechina de criaturas marinas consiguió Bibi el martes tres kilos de la mejor gamba roja, de un tamaño considerable, traída directamente de Sóller y a un precio que no voy a revelar por vergüenza y, probablemente, por ser ilegal.
Una ejecución impecable al estilo de Jamie Oliver en sus mejores tiempos en la que fue salteando las gambas en sartenes sobre las brasas de una barbacoa. Toque de ajo, toque de perejil, buen aceite y sal marina tipo Maldom y siempre calentitas en la mesa. Perdí la cuenta de las que comí, mi mujer también, mi hijo prefirió las bondades de la piscina y un pa amb oli; ya crecerá.

Nacho aprendió a hacer un carpaccio de gambas con vinagreta de las cabezas y cava, Carmen nos regaló su contundente brownie, perfecto y rotundo como siempre. Tina elaboró una coca mallorquina con atún y toquecito de anchoa, sabrosa, crujiente y viciosa, de secreta receta de una cocinera mallorquina. Yo cociné una simple ensalada de patata, con all i oli por supuesto. Y Carlos nos deleitó con su compañía; mejor dicho con su acompañante: Cristina que nos tenía un poco abandonados y ya la echábamos de menos.

Mojitos antes de cenar, gin tonics después. Conversación agradable, planes para un viaje marinero-gastronómico por Turquía. Una gran velada.

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