"Hoy te invito a cenar sushi." me dijo una compañera. "Conozco un pequeño hostal de unos amigos que lo hacen muy bueno"
"Chuchi; ¿eso qué coño es?"
"¿Cómo? ¿Tú que te las das de enteradillo y de finolis no conoces la comida japonesa?"
Me dejó frío, descolocado y avergonzado.
No, no conocía la comida japonesa, ni la filipina, ni la vietnamita, ni la indú. Tan sólo tenía vagas referencias de la comida china que me sacaba de más de un apuro en mis años de universitario en Valencia; pero eso no creo que se pueda considerar como "conocer una comida" más bien era "conocer una economía", escasa la mayor parte del tiempo.
Ahora conozco muchas. Debo decir, en honor a la verdad, que he probado muchas y que conozco la versión occidentalizada de casi todas y ahora me pregunto si ha servido de algo este periplo alrededor del mundo gastronómico globalizado.
Ahora conozco muchas. Debo decir, en honor a la verdad, que he probado muchas y que conozco la versión occidentalizada de casi todas y ahora me pregunto si ha servido de algo este periplo alrededor del mundo gastronómico globalizado.
A partir de ese mismo día, delante de aquellos rollitos que semejaban golosinas infantiles o canapés de boda barata, comenzó mi decadencia gastronómica. Una carrera contra nada ni nadie ni hacia ninguna parte de adquisición de conocimientos baldíos y banales que no han hecho más que hacerme olvidar y dejar de lado la gran comida mediterránea.
"Primero hay que mojar aquí, en la soja" "¿Cómo, que tampoco sabes utilizar palillos?"
Y aprendí a utilizarlos.
Como un hamster en una rueda sin fin, he ido de restaurante en restaurante, de libro en libro y de plato en plato, desquiciado por conocer cocinas de todo tipo.
Al final la rueda se paró de repente, saltó en pedazos un día delante de unos spaghetti a lla carbonara... auténticos, perfectos, sabrosísimos. Como, al despertar después de una noche larga y etílica, descolocado y aturdido, caí en la cuenta del error que había estado cometiendo durante los últimos quince años. Gracias a dios que empecé a investigar en cosas más cercanas; cómo hacer un buen pan, la temperatura correcta de un Roast Beef, cómo conseguir una gran salsa de tomate, ...
En fin. Comenzar de cero después de una época de decadencia que debería haber tocado fondo mucho antes.
No culpo a la amiga que me llevó por primera vez a un japonés; tarde o temprano habría ocurrido. Me culpo a mí. La globalización puede que tenga cosas buenas, pero no creo que los restaurantes sean una de ellas.
"Think global, act local". Seguro que hay más conocimientos y sabiduría gastronómica en nuestra calle que en todos los restaurantes vietnamitas de nuestra localidad.
No puedo estar más de acuerdo contigo Michel, he de decir que me gusta el Sushi y que comiendo global da la sensación de que se liga más. Pero donde esté una buena salsa de tomate (ya casi no me acuerdo como sabe)que se quite el tofu y la salsa de soja. Más que quitarse, quizás sea mejor decir que se espere.
ResponderEliminarUn abrazo.
No podía ser menos;a un asturiano de pro se le supone buen paladar. "España es Asturias y lo demás es tierra globalizada" (o algo así). La cuestión es que perdemos el tiempo, el dinero y el paladar con unas desabridas zanahorias en tempura mojadas en salsa de soja transgénica y no somos capaces de apreciar (ni siquiera las pedimos ya) unas croquetas de jamón caseras que son un manjar si están crujientes y calentitas. Se me hace la boca agua. Vuelvo a pensar en las croquetas de compango... vaya invento...
ResponderEliminarSaludos.
Yo soy bastante simpatizante con que haya restaurantes con comida de todos los sitios del mundo (de hecho tengo un restaurante belga, con toques mediterráneos (si algo raro)), pero lo que no me parece normal es que cuando hablas con los colegas para ir al restaurante el 80% te hable, del italiano, chino, japonés etc... etc... de moda, el 15% de algún restaurante fashion que acaba de ponerse de moda por su diseño fashion etc.. y solo un 5% te hable de sitios de comida de aquí donde se hacen las cosas realmente bien.
ResponderEliminarA veces lo que menos importa es la comida, sino el diseño del local y su exotismo.
Un gran problema de esto es que la gente no sabe cocinar y es cierto que es mucho más sencillo hacerse un plato de pasta que un frito, un rabo de toro...
Hola de nuevo Toque. Gracias por tus comentario. En el fondo es de lo que se alimenta un blog: con ideas y discusiones siempre se alcanza alguna conclusión.
ResponderEliminarYo no soy radical, soy provocador. Yo mismo utilizo Wassaby para hacer tártaros de atún o de gambas. El problema de todo esto es, como tú bien dices, la banalización de la cultura global. Por supuesto que el mundo global ha traído cosas buenas, pero una mala ha sido la facilidad de adquisición de productos de mercado sin el correspondiente entendimiento cultural para comprenderlos. De la misma forma que un chaval se pone un pañuelo Palestino al cuello sin saber lo que representa, la gente va a cenar a restaurantes de tipo oriental sin conocera apenas esta cultura.