viernes, 3 de septiembre de 2010

Llampuga.

Una vez leí en uno de los libros del cocinero mallorquín Xesc Bonnin que la llampuga sería el pollo del siglo XXI: un producto barato, sabroso, de fácil preparación y accesible en todo el mundo. Cierto pero muy alejado de la realidad actual.
La Llampuga (Coryphaena hippurus), también conocido como Dorado, es un depredador y viajero incansable, los ejemplares de mayor tamaño, que pueden llegar hasta los dos metros de largo y treinta kilos de peso, son un gran trofeo de pesca deportiva en las zonas tropicales. Aquí, en el Mediterráneo, viene para su reproducción al final del verano, aprovechando así las aguas más calientes de la superficie,  los ejemplares que se pescan son de mucho menor tamaño y se hace mediante artes más sosegadas como “Sa Fluixa” o la red “LLampuguera”. Su nombre viene del verbo llampegar (en mallorquín) que describe a las tormentas eléctricas del final del mes de agosto que es precisamente cuando nos visita este pez. Hay quien afirma que su nombre deriva del latín Lampare (resplandecer) debido al color amarillo intenso que desprenden en cuanto son sacadas del agua.
Decía que nada más alejado de la realidad la afirmación que hacía Mestre Bonnin de que este pescado iba a ser “el pollo del próximo siglo” ya que tan sólo se consume en Mallorca, Sicília y Malta. Lo que sí es totalmente cierto es la gran variedad de recetas y formas de cocción que con ella se pueden realizar. No descubriremos nada nuevo aquí si afirmamos que la más popular, y una de las más sabrosas, es el típico plato mallorquín de “Llampuga amb prebes vermells” (frita y coronada con pimientos rojos también fritos), pero hay infinidad de maneras de comerla: en escabeche, cruda, a la plancha, ahumada (en este sentido La Balear de Ahumados está haciendo un gran trabajo), etc.
En fin, aprovechemos la temporada de este maravilloso pescado que, además de barato, es sabroso, autóctono y auténtico del mar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Higos.


No sé por qué, pero me fastidia mucho tener que comprar los higos en Mallorca. Toda la vida me los han regalado. Hoy en el mercado estaban preciosos, tersos, aromáticos, carnosos y de un rojo intenso que hacían salivar a cualquiera que los admirara.
Pero no los he comprado, espero que se cumpla la tradición de llegar a casa de mis padres y encontrar una cestita de hermosos, y regalados, higos de Mallorca.
Como digo muchas veces este no es un blog de recetas, pero no me resisto a dar un truco:
Untar un higo maduro como si de un tomate se tratara en una rebanada de pan moreno tostado, un chorrito de aceite, una pizca (poca) de sal y algo de queso por encima (de cabra, mahonés e incluso requesón). Merece la pena.

Este paisaje es más típico de Ibiza o Formentera.

jueves, 26 de agosto de 2010

Can Simoneta.


Nos regaló el otro día nuestro amigo Tolo una gran cena en el hotel que ha sido una de sus principales ocupaciones durante los últimos años. Tanto él como el director del mismo, Luis Seminario, han conseguido colocar a Can Simoneta entre los primeros establecimientos hoteleros pequeños y con gran encanto de Mallorca. Ahora, que sería el momento de recoger lo sembrado y sentarse a disfrutar del trabajo bien hecho, en lo que yo considero un salto al abismo, Tolo se va a establecer por su cuenta en un nuevo proyecto que seguro también será un éxito. Supongo que eso es la definición de un emprendedor: alguien que atraído por el abismo se sabe capaz de conseguir el éxito en cualquier proyecto y se aburre una vez alcanzado.
La cena, a modo de despedida, nos dejó un recuerdo imborrable y unas ganas terribles de volver... aunque tenga que ser pagando.
La música del trompetista cubano Ivan St.Ives, la tranquilidad de la noche, la gran terraza, la conversación del incombustible Luis ("Con esta música de fondo eres como Andy García" le dijeron), el edifico en calma con su perfecta decoración, el atento y cercano servicio y, casi se me olvidaba, la estupenda comida hicieron que la velada fuera mágica y perfecta, casi olvidando que era una despedida con la tristeza que eso siempre conlleva.
Los entrantes, siempre desordenados cuando se trata de cenas con amigos ya que nadie se quiere perder nada, fueron desde el Carpaccio de bogavante, pasando por Vieiras, hasta Alcachofas. Yo opté por hacerme mi propio menú y escogí dos de los platos de la carta (entrantes ambos) que creía mejores: no me equivoqué.
Empecé con un clásico huevo escalfado con trufa, perfecto, aromático y sabroso, un poco deslucido quizás por el maravilloso jamón ibérico que lo acompañaba que sobresalía entre todos los sabores. Seguí con    una coca dulce de sardinas, sobrasada y miel; una especie de "Mallorca en un plato" que me emocionó al recordar los sabores de la merienda que mi bisabuela me preparaba con los bocadillos de sobrasada y azúcar. Una coca crujiente, en su punto de dulzor, en perfecta combinación con la miel y la sobrassada; las sardinas, marinadas al estilo de boquerones, creo recordar, finas y delicadas, el aliño suave... un gran plato. De postre, una recomendación de Luis, el director: Todo chocolate del que recuerdo, con mono ya de volver a comerlo, la crema de chocolate blanco al curry coronada con una hojita de menta. Hubiera pedido un tuper lleno para llevar a casa, pero no hubiera sido elegante.
Los platos del resto de comensales fueron de lo más variado: solomillos, rapes y meros a tutiplén, de lo que dan buena muestra las fotos de más abajo. Debo confesar que lo probé todo y disfruté de todos los platos. 
Si me tuviera que quedar con una cosa sería con el sabor del solomillo mezclado con el puré de ceps y toffee o con el mero, cocinado al punto, y la salsa de guisantes.
No quiero olvidar las bebidas de la cena. Champán de aperitivo, vino tinto (me gustaría que Luis me recordara cual fue) para la cena, Tokay para los postres y degustación de gin-tonics para la sobremesa.
En fin, mil gracias Luis por tus atenciones y grandes relatos y  mil gracias Tolo por que nos hiciste sentir clientes de Can Simoneta por unas horas... y eso es mucho con los tiempos que corren. Suerte en tu nuevo proyecto. Por cierto, si es en un hotel con restaurante mucho mejor.

Solomillo con chips de alcachofas y puré de ceps y toffee.



Rape con rissotto nero.


Mero y almejas.



lunes, 9 de agosto de 2010

Amigos que cocinan. Biel.



Rápido, directo, sin concesiones, expeditivo y poco amigo de las medias tintas. Así es en su trabajo y así es también cocinando. Al ser mi jefe no me pude negar cuando me pidió que le hiciera de pinche. Sus órdenes eran claras y directas, mis objecciones nulas.
"Corta esto, aparta esto otro, limpia el suelo que hay zanahoria, pasa el trapo, la lechuga más pequeña, no tantas nueces,..."
Joder, que estrés.
Pero estoy seguro que todo lo que hice salió a la mesa tal y como él lo deseaba y eso es un arte.
Cuando sirvió los entrantes, gambas al ajillo y almejas salteadas, el jardín de margaritas (todas las mujeres de la mesa se llamaban así) se revolucionó y se tuvieron que reprimir de lanzarse, barra en mano, al plato de las gambas y mojar pan hasta desfallecer. No hubiera sido chic ni elegante. Ganas no faltaron. Las almejas volaron como si de comer pipas en el parque se tratara, una detrás de otra, de forma mecánica y continuada. Excelentes también.
Biel no dejó que la conversación se fundiera en un silencio ni un instante, estaba en todas y era capaz de responder a dudas, preguntas y cotilleos provinientes de cualquier frente. Un gran anfitrión.
Después vino la torrada.
Una torrada clásica al modo mallorquín de entender este acto. Traducido literalmente sería "quemada, incendiada" y eso es lo que solemos hacer aquí cuando hacemos una barbacoa. Repetimos el rito ancestral que hacían en el campo, en un receso de la dura jornada de trabajo, los campesinos más acomodados que podían comer algo de carne, de cerdo normalmente. Unas brasas, una parrilla y la carne lo más cerca del fuego posible hasta que se vuelve de un color marrón oscuro ya que, según se repite en Mallorca en TODAS las torradas, "el cerdo no puede estar crudo", algo que dudo ya que hay más química en un trozo de lomo que en una aspirina efervescente y no creo que nos produzca ningún desarreglo alimentario comer un trozo de cerdo al punto de cocción.
En Mallorca no sabemos de barbacoas, nada de adobar la carne previamente, nada de cocer primero al horno con especias y tomate para luego finalizar en las brasas, nada de cortes de carne extraños con cocciones diferentes cada uno, nada de veruras, de fruta ni hablamos. Carne incendiada y nada más.
He comido grandes barbacoas en Inglaterra, en Estados Unidos por supuesto, en las Islas Seichelles he alucinado con la forma de cocinar el pescado sobre brasas, en el sur de España hacen maravillas con las sardinas "ensartás", de los asados argentinos ni hablamos, tenemos la suerte de que han proliferado los restaurantes de este tipo y conocemos de sobra su forma de cocinar, pero en Mallorca... aquí mejor olvidamos las "torradas".
Quizás lo único positivo que tengan sea que reúnen en torno a una mesa o fuego a un grupo de amigos que, cerveza en mano, hablan sobre lo buena que esta la hermana de tal o lo mal que ha envejecido la prima de cual o, porqué no, de la última bajada de Telefónica en bolsa y ..."aixó no te preu!!!" (esto no tiene precio).
En favor de Biel y para hacer honor a la verdad hay que decir que nos enteramos de todos los cotilleos posibles de la zona y amistades, que la carne estuvo siempre calentita en la mesa y que no tuvimos ningún cólico.
Una gran velada.

domingo, 8 de agosto de 2010

Michelle y el Tumbet.



Ha trascendido el menú que la casa real ha ofrecido a la sra. Obama (no se si es primera dama, presidenta o simplemente nada como nuestra Sonsóles) en su visita al Palau de Marivent en Mallorca.
Entre los platos, uno mallorquín: Tumbet.
"Oh my God!! Buenísimo. ¿Qué es?"
"Cómo?? Deep Fried Veg.?? Directamente en el aceite?? Esto debe ser todo colesterol y grasas trans!!"
"Qué?? Frito en aceite de oliva extra virgen?? Ese italiano que compramos en la Casa Blanca y que cuesta más de 30 dólares el litro??"
"Cómo?? Que es español?? Pero si el nombre y la etiqueta están en italiano??"
"Majestad, no siga, creo que me estoy mareando."
La sra. Obama se lo habrá comido todo, seguro. Es una enamorada de las verduras. Le habrán explicado que como está más bueno es con un par de huevos fritos, que la salsa de tomate debe ser espesa y natural, que en el horno se compactan las verduras y se mezclan los sabores.
Seguro que volando hacia Washington, en su flamante Air Force One (or two), evocando el real Tumbet se le habrá escapado un presidencial eructito trayendo con él las reminiscencias de los ajos fritos que coronan este plato.
Ya, en su casa y con su marido, y después de haberle entregado todas las horteradas compradas en Marbella, le habrá explicado lo del aceite, lo de los huevos, lo de los ajos ya lo habrá notado él solito.
"Lo siento cariño, pero es que estaba tan bueno. Delicioso."
"Me han dicho que si nos portamos bien, volvemos sin niñas disfrazadas de bailarinas, nos invitarán a una Llampuga amb Prebes que quita el sentío y olé!!... ay que lío llevo."
"Resulta que la Llampuga es un pescado que sólo se pesca en un par de zonas del mundo, entre ellas en Mallorca, y durante una corta temporada a final de agosto ... bla, bla, bla, ..."

jueves, 5 de agosto de 2010

El Profesional. Otra vez Bibi.


A modo de resarcimiento después de su ya famosa escabechina de criaturas marinas consiguió Bibi el martes tres kilos de la mejor gamba roja, de un tamaño considerable, traída directamente de Sóller y a un precio que no voy a revelar por vergüenza y, probablemente, por ser ilegal.
Una ejecución impecable al estilo de Jamie Oliver en sus mejores tiempos en la que fue salteando las gambas en sartenes sobre las brasas de una barbacoa. Toque de ajo, toque de perejil, buen aceite y sal marina tipo Maldom y siempre calentitas en la mesa. Perdí la cuenta de las que comí, mi mujer también, mi hijo prefirió las bondades de la piscina y un pa amb oli; ya crecerá.

Nacho aprendió a hacer un carpaccio de gambas con vinagreta de las cabezas y cava, Carmen nos regaló su contundente brownie, perfecto y rotundo como siempre. Tina elaboró una coca mallorquina con atún y toquecito de anchoa, sabrosa, crujiente y viciosa, de secreta receta de una cocinera mallorquina. Yo cociné una simple ensalada de patata, con all i oli por supuesto. Y Carlos nos deleitó con su compañía; mejor dicho con su acompañante: Cristina que nos tenía un poco abandonados y ya la echábamos de menos.

Mojitos antes de cenar, gin tonics después. Conversación agradable, planes para un viaje marinero-gastronómico por Turquía. Una gran velada.

viernes, 23 de julio de 2010

Amigos que cocinan. Manolo.

En los 80. Parece que no pasa el tiempo; ni por él ni por sus calderetas.

Hablar de Manolo es echar la vista atrás y recordar los mejores tiempos vividos con mi familia alrededor de una mesa en un restaurante;  ha alimentado a cuatro generaciones, desde mis abuelos hasta mi hijo, y eso es algo que no olvidaremos nunca, y espero que él tampoco.
Llegó a Mallorca casi a la par que yo lo hice, allá por el año 1973, nunca le pregunté porqué ni en que circunstancias, no me suelo entrometer en la vida privada de nadie, pero seguro que su historia anterior a la mallorquina es también interesante. Gallego de naturaleza, actitud y tradición; después de casi cuarenta años en Mallorca no ha perdido ni un ápice de su acento, filosofía vital y buen hacer gastronómico de su tierra natal y, tan solo por eso, merece un monumento en estas tierras mallorquinas donde casi todo se ha perdido y donde casi nadie sabe ya comer ni cocinar.
Rápido, reflexivo, inteligente, como buen tiburón sabe como tratar a cada cliente, como buen gallego tiene una cara para cada uno de ellos; "Manolo, he is so charming!!!" comentaban el otro día unos clientes ingleses. ¿Encantador Manolo? Que se lo pregunten a mi padre que, la mayoría de veces se hablan a gritos, con monosílabos y solo para negociar el precio de un vino o de las gambas.
Conoce el negocio a la perfección, los productos de la zona no tienen secretos para él. Sabe el punto de cocción de cada pescado o carne y, lo más importante, adivina el que quiere el cliente. Su éxito es simple: lo mejor a el mejor precio. Sabores básicos, caseros, simples; productos frescos, de temporada, cercanos. Para Manolo cada servicio es una batalla que nunca da por ganada, sabe que algo siempre se puede torcer, cada minuto cuenta, cada camarero es vital, en cocina no hay descanso, pero el cliente ni lo nota. Como en nuestro ciclo diario vital todo comienza cuando sale el sol y acaba a una hora incierta en la que la gran mayoría de nosotros descansa, siempre lo mismo, siempre tan diferente. Manolo descansa cuando ha recogido sus naves, cuando ha ganado la batalla y casi todos sus clientes permanecen extasiados por la comida o en estado de gracia por la bebida, entonces se sienta en tu mesa y se fuma un cigarrito hablando de lo mal que va todo, de lo poco que vende y de que este año sera el último... gallego hasta la muerte.
Nuestra relación comenzó a principios de los setenta, la casualidad y los dioses quisieron que su primer destino fuera un establecimiento vecino a casa de mis abuelos: el ya mítico "Hostal Bahía" del Puerto de Pollensa. Allí aprendió todo lo que necesitaba para triunfar como mesonero. Pronto entabló amistad con mi abuelo, padres y tíos que, desde ese instante, le siguieron como fieles apóstoles allá donde el iba. El Club Náutico y sus famosas calderetas y pescados, La Bolera y sus paellas ("Un día sacamos mas de 250 en un servicio de tres horas" nos comentaba hace poco), el Bar Kati, tristemente extinguido y cenit de su carrera, su mayor diversión y la nuestra, El Pozo, su primera gran aventura empresarial y por ultimo Na Ruixa (o Casa Manolo como nos gusta llamarlo a nosotros), el que dice será su último destino y donde quizás obrará sus últimos milagros antes de desaparecer para luego resucitar en algún sitio tranquilo de su Pontevedra natal.
En la memoria siempre nos quedaran esas mañanas en el Bar Kati donde, a ritmo de mejillones y sangría, pasaban largas horas mis padres con sus amigos y nosotros, los chavales, contentos en la playa a nuestras anchas, sabiendo que no comeríamos antes de las cuatro de la tarde. Esas calderetas de langosta cuando nos lo permitía el bolsillo, y cuando no, esas cenas de "picada y pa amb oli" que tanto le enfurecían por ocupar una mesa de catorce pero nos servía con perfección y dedicación, el último cumpleaños que celebró mi abuelo, la comida de antes de mi boda, el bautizo de mi hijo, tantas veladas y celebraciones que sería aburrido enumerarlas.
En el recuerdo queda la perfección de la materia prima, la exquisitez de la cocción, su simpatía, buen hacer y profesionalidad, la cercanía y familiaridad con la que nos sentamos en su casa y nos trata como en si estuviéramos en la nuestra.
Espero que mi hijo tenga mas tiempo de disfrutarlo; por ahora sólo come croquetas y merluza a la romana si se las pone Manolo. Intuyo que algún día tendremos que ir en peregrinación hacia Pontevedra a que nos de de comer y convencerle para que se quede unos añitos más en el Puerto de Pollensa y siga dando autenticidad y profesionalidad a un sitio que, habiendo perdido casi todo el glamour que tenía, sigue conservando alguno de sus estandartes como él.
Alguien debería nombrar "Mesonero Real del Puerto" a Manolo a ver si así le engañamos (algo muy difícil de hacer a un gallego) y se jubila aquí.

Restaurante Na Ruixa. Casa Manolo.
Carretera de Formentor esquina con calle Méndez Núñez.
Port de Pollença.
TEL: 971 866 655.

viernes, 2 de julio de 2010

Gazpacho.

Es tiempo de tomar esta gran sopa fría y hay que aprovecharlo.
Ir a casa de nuestros vecinos, probar el suyo, compararlo con el nuestro, pedir la receta; repetir lo mismo en casa de algún familiar o amigo, en algún restaurante,... será como el cuento de nunca acabar. ¿Cuantas recetas de Gazpacho pueden existir? ¿En cuantas proporciones diferentes se pueden añadir los ingredientes para llegar a resultados igual de exquisitos?
Personalmente he visto de todo. Desde restaurantes que le añaden tomate de bote o zumo de tomate industrial hasta  amas de casa que me han contado lo delicioso que es añadir un poco de mayonesa (no lo recomiendo).
En fin, lo fundamental son los tomates que utilicemos. Ayer fui al mercado y compré varios kilos tipo pera pequeños, muy maduros y me ha salido un gazpacho delicioso. Lo he hecho al estilo tradicional, sin extravagancias. Tomate, pimiento verde (italiano y blanco), pimiento rojo, cebolla, pepino, agua, sal, aceite y vinagre. Sin pan ni ajo para que no sea pesado. "Un poco espeso" ha criticado mi mujer, pero se lo ha tomado sin rechistar. Soy partidario de triturarlo bien (no con Thermomix sino con mi flamante IberGroumet que es mucho más castiza) y luego pasarlo por el chino para eliminar las molestas pielecillas de los vegetales.
Los mallorquines nunca hemos sido muy devotos de esta sopa. Fue quizás gracias al comienzo del turismo masivo, allá por los sesenta, y a la incorporación de los trabajadores andaluces a los hoteles que se comenzó a popularizar (algo bueno que ha traído el turismo) y a ser un plato estrella en todo restaurante veraniego que se precie. Ahora estamos viviendo un boom total del gazpacho ayudado por la industria alimentaria que ha conseguido un producto de buen sabor, a buen precio y cómodo para el consumidor y, sin entrar mucho en los detalles de la pérdida de vitaminas que sufren las verduras empleadas debido a los procesoso de congelación o pasteurización, de una calidad aceptable.
Por suspuesto que aquí preferimos el hecho en casa, pero en el mercado cada vez tienen más éxito estos refrigerados.
Para experimentar probad con esto. Pero no todo a la vez, sino algo nuevo en cada receta y así comprobáis si os gusta:
-Añadir apio blanco o manzana verde a la mezcla de verduras.
-Sal de apio, comino o curri en pequeñas proporciones.
-Crostones de pan al curri, al apio o al comino.
-Tropezones de apio blanco y manzana verde. Incluso de melón, fresa o cereza.
-Aliñar con aceite, sal, pimineta y crema de Módena una vez servido en el cuenco.
-Para "mallorquinizarlo" romper unas Quelys dentro a modo de tropezones.
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