Rápido, directo, sin concesiones, expeditivo y poco amigo de las medias tintas. Así es en su trabajo y así es también cocinando. Al ser mi jefe no me pude negar cuando me pidió que le hiciera de pinche. Sus órdenes eran claras y directas, mis objecciones nulas.
"Corta esto, aparta esto otro, limpia el suelo que hay zanahoria, pasa el trapo, la lechuga más pequeña, no tantas nueces,..."
Joder, que estrés.
Pero estoy seguro que todo lo que hice salió a la mesa tal y como él lo deseaba y eso es un arte.
Cuando sirvió los entrantes, gambas al ajillo y almejas salteadas, el jardín de margaritas (todas las mujeres de la mesa se llamaban así) se revolucionó y se tuvieron que reprimir de lanzarse, barra en mano, al plato de las gambas y mojar pan hasta desfallecer. No hubiera sido chic ni elegante. Ganas no faltaron. Las almejas volaron como si de comer pipas en el parque se tratara, una detrás de otra, de forma mecánica y continuada. Excelentes también.
Biel no dejó que la conversación se fundiera en un silencio ni un instante, estaba en todas y era capaz de responder a dudas, preguntas y cotilleos provinientes de cualquier frente. Un gran anfitrión.
Después vino la torrada.
Una torrada clásica al modo mallorquín de entender este acto. Traducido literalmente sería "quemada, incendiada" y eso es lo que solemos hacer aquí cuando hacemos una barbacoa. Repetimos el rito ancestral que hacían en el campo, en un receso de la dura jornada de trabajo, los campesinos más acomodados que podían comer algo de carne, de cerdo normalmente. Unas brasas, una parrilla y la carne lo más cerca del fuego posible hasta que se vuelve de un color marrón oscuro ya que, según se repite en Mallorca en TODAS las torradas, "el cerdo no puede estar crudo", algo que dudo ya que hay más química en un trozo de lomo que en una aspirina efervescente y no creo que nos produzca ningún desarreglo alimentario comer un trozo de cerdo al punto de cocción.
En Mallorca no sabemos de barbacoas, nada de adobar la carne previamente, nada de cocer primero al horno con especias y tomate para luego finalizar en las brasas, nada de cortes de carne extraños con cocciones diferentes cada uno, nada de veruras, de fruta ni hablamos. Carne incendiada y nada más.
He comido grandes barbacoas en Inglaterra, en Estados Unidos por supuesto, en las Islas Seichelles he alucinado con la forma de cocinar el pescado sobre brasas, en el sur de España hacen maravillas con las sardinas "ensartás", de los asados argentinos ni hablamos, tenemos la suerte de que han proliferado los restaurantes de este tipo y conocemos de sobra su forma de cocinar, pero en Mallorca... aquí mejor olvidamos las "torradas".
Quizás lo único positivo que tengan sea que reúnen en torno a una mesa o fuego a un grupo de amigos que, cerveza en mano, hablan sobre lo buena que esta la hermana de tal o lo mal que ha envejecido la prima de cual o, porqué no, de la última bajada de Telefónica en bolsa y ..."aixó no te preu!!!" (esto no tiene precio).
En favor de Biel y para hacer honor a la verdad hay que decir que nos enteramos de todos los cotilleos posibles de la zona y amistades, que la carne estuvo siempre calentita en la mesa y que no tuvimos ningún cólico.
Una gran velada.
Querido amigo Miguel Angel:
ResponderEliminarMe ha sorprendido tu capacidad de relatar una cena tan simple como si fuera un protocolo emocionante y emotivo. Por otra parte, y conociendo tu animadversidad a una máquina llamada "Thermomix", ("a nosotros nos ha cambiado la vida"), te agradecería comentaras sus pros y sus contras. Gracias, Biel.
Muy interesante lo de los pros y contras de la Thermomix. Cada vez hay más adeptos a esta secta: Los Thermomix Lovers. Merece un análisis más profundo pero, a bote pronto, se me ocurre un contra:
ResponderEliminarEl primer año de tenerla todo el mundo engorda: helados, cocas, tartas, natas, etc... demasiadas tentaciones.
Lo de la cena no me parece asunto menor: ¿No crees que es difícil reunir a todas la Margaritas en una cena? ¿Cuanto tiempo hace que no pasaba esto?
Un saludo.