jueves, 24 de marzo de 2011

Galletas "Quely". Manual de uso y disfrute. (I)


A pesar de saber perfectamente su historia, de primera mano y contada por los principales protagonistas, prefiero contar la leyenda, más romántica e inspiradora. Quien busque información fiable que vaya a Wikipedia.
Cuentan que un empresario mallorquín coincidió en una de esas elegantes fiestas de los años cincuenta celebrada en el hotel Formentor de Pollença con la recién casada Grace Kelly, de tourné con el maléfico príncipe que pasaba el día tomando notas y apuntes para crear su república-casino en Montecarlo. Quedó tan prendado este empresario que juró ante la cegante luz de la luna que iluminaba la bahía poner el nombre a sus galletas de esa melena rubia que casi competía en resplandor con el traicionero satélite. Nacieron así las galletas "Quely". Ayudó la actriz y que el horno no estaba para mallorquinismos y se desechó desde Madrid el nombre de "Cor de Mallorca" (Corazón de Mallorca), menos comercial pero más patrio y tradicional.
Estas galletas, conocidas también como "De Inca" -por la ubicación de la fábrica- o "Marineras" -por su historia- o "D´Oli" (De Aceite) -por su ingrediente principal- son un alimento básico en Mallorca y muy importante en el resto de las Islas Baleares. No hay despensa mallorquina donde falten ni chaval sin su bolsa de Quelytas -más pequeñas y que se comen de un bocado- acompañadas de queso o chocolate.
Son de tradición marinera y fueron muy consumidas en los largos viajes marítimos como sustituto del pan. Al ser secas, perfectamente horneadas, con su justa medida de sal y levadura y mantenerse frescas sin tomar ese sabor a rancio que tanto se odia en el mar fueron un alimento básico entre pescadores y marineros del mediterráneo.
No se entiende un mallorquín sin sus galletas, no se conoce un estudiante de la isla desplazado sin las bolsas de Quelys ocupando buena parte de su maleta, no se concibe una merienda sin estas galletas, partidas por la mitad o enteras, con un chorrito de aceite, lonchas de jamón, taquitos de queso o coronadas con una buena Sobrasssada. Mi abuelo hacía un alto en sus peleas bursátiles y dejaba a un lado los mercados de cereales y almorzaba -a eso de las 10- con un wisquicito con agua y hielo acompañado de un plato de galletas de Inca con aceite virgen y sal; ¿puede existir algo mejor para mantenerse en forma sin levantarse de la silla?
En Quely andan estos días de estreno, de presentación mundial, nerviosos por ver el éxito que cosecha su nuevo producto: los SNACKS. Pequeñas galletas saladas, en bolsas individuales, con sabores y olores para todos los gustos. Un producto pensado para el consumo rápido y callejero, para que la comodidad no sea un impedimento a la calidad, para que no haya excusas y podamos dar a nuestros hijos una alternativa saludable a todo el ejército de patatillas y chucherías cargadas de aceites malos y azúcares de dudosa procedencia. La idea es muy simple; las eternas "Quelytas" con sal de la buena y sutiles toques de sabor y aroma que, dado su único formato de 70 gramos, están pensadas para consumir rápidamente y en cualquier lugar.
Es difícil encontrar los productos de Quely en las estanterías de los supermercados fuera de las Baleares, no son las grandes compañías compañeras de la experimentación ni tienen la suficiente paciencia como para aguantar un producto en sus lineales que no se venda. Me contaba esto Bernat al regalarme una bolsa con los nuevos productos que saldrán esta semana al mercado (los de la foto): "Lo importante para las cadenas de supermercados es la rotación. El margen es similar en todos los productos, pero nunca van a exponer en sus estanterías un producto que no se venda rápidamente. Da igual si tiene una caducidad larga; ellos necesitan que haya rotación. Y, como comprenderás, es imposible realizar una campaña publicitaria para competir con las grandes empresas nacionales (o internacionales) de snacks." Me contó también Bernat que ficharon a Rafa Nadal para promocionar sus productos en el extranjero y que han comenzado en ferias internacionales, China, Japón y otros pintorescos mercados.
Esperemos que estos nuevos Snacks de Quely sean la puerta de entrada para nuestra gran galleta mallorquina en el mercado nacional e internacional; esperemos que esta se de a conocer y se comience a consumir en bares y restaurantes del país -en Italia (como no) se utiliza habitualmente en establecimientos de restauración- y esperemos que en Mallorca podamos exportar algo más que hoteleros.
Mientras tanto recomiendo probarla, escogiendo el sabor que más nos llame la atención y que, en vez de dar a nuestros hijos una bolsa de ganchitos, abramos una bolsita de estas Quelytas-Snacks. Mi hijo ya tiene sus favoritas: las de queso Parmesano.
(En el próximo Post daremos unos cuantos consejos a "forasteros" -como aquí llamamos a los que no viven en Mallorca- de cómo y con qué comer las galletas de Inca.)

Abril de 1.956. 
El pérfido y malvado príncipe desembarca en Formentor acompañado de su angelical esposa en sus lunas de miel. Rainiero aprovechó para coger ideas y así perpetrar lo que se convirtió en el centro de juego, putas y millonarios más grande del Mediterráneo. El resto es ya es historia.

Mi abuela también estuvo allí compartiendo baile y música suave con los príncipes.
(Mi familiar no es la rubia que baila con Rainiero)





martes, 22 de marzo de 2011

"Delicias Turcas" actualizadas. (III)

Una de puestos callejeros.


Una especie de "Mojama" hecha de huevas de Pajel. 
Cubierta con una cera que conserva el salazón hasta que se abre.

Queso fresco de vaca, de oveja y cabra. 
Muy salado como la mayoría de quesos turcos.





viernes, 18 de marzo de 2011

Fotografía gastronómica. "Del bodegón al porn-food"








Información sobre esta exposición aquí.
Y el catálogo aquí.
(Merece la pena echarle una ojeada).

"Delicias Turcas" actualizadas (II)

En mi  reciente y breve viaje a Estambul, donde celebré mi tercera luna de miel, pude comprobar de primera mano qué se entiende por "Globalización".
Este término tan utilizado y universalmente conocido estaba revestido de una cortina de misterio, gastronómicamente hablando, que no me atrevía a descubrir. Tuvo que ser en un país musulmán donde cometiera el sacrilegio y despojara del velo a esa incógnita. La globalización no es más que estar comiendo una comida típica en un país lejano y que nuestro paladar no note nada extraño. Tan simple y tan complicado como eso.
En Turquía, en una ciudad turística y de más de 15 millones de habitantes, para ser sinceros, la comida me supo como en casa; y no se me podrá acusar de guiri o de turista-a-la-japonesa (esos que van a toda leche, haciendo fotos y no probando más que el agua embotellada de Nestlé a ser posible) por haber asistido tan sólo a restaurantes turísticos o preparados para paladares occidentales. Como se aprecia en la última foto -bandejas y latas de refresco incluido- también estuvimos en establecimientos de comidas autóctonos y auténticos. Nadie me negará que un bufé en un barrio no turístico a la hora de comer donde éramos los únicos foráneos es un hito para un turista primerizo en esta ciudad.
Generalizando, por lo tanto mintiendo y resumiendo de forma zafia y vulgar, diremos que la comida turca es mediterránea y punto. Eliminando el cerdo, animal insano e infiel donde los haya, y sustituyéndolo por el cordero observé que las preparaciones, mezclas y resultado final me parecieron de lo más familiar y cercano. El pistacho y el sésamo reinan, las especias -mezcladas a conciencia pero con una inusual mesura- hacen los honores de recrearnos el olfato, los pimientos -dulces y picantes- aportan la profundidad necesaria y la madera, el ingrediente principal en todos los restaurantes visto el trasiego callejero de sacos de leña, engloba y unifica sabores y aromas con su perfecto ahumado. Cada carne tiene su adobo, nunca se mezclan, son perfectos y agradables. Todo suele estar hecho al fuego de leña verde y húmeda lo que hace que se ahumen mejor los alimentos. El uso del perejil, fresco y en abundancia, utilizado a modo de jengibre cuando comemos sushi, nos permite hacer una pausa, limpiarnos la boca y comenzar de nuevo con otra especia.
La sorpresa fue la normalidad, pero eso me permitió disfrutar mucho más de los sabores y no sentirme abrumado por picantes, currys o vinagres fuera de lugar y mesura.

Berenjena y carne picada y adobada ensartada en brocheta.
Bolitas de cordero y pistachos.
Pollo y ternera adobados.
Pimientos verdes picantes.
Ensalada de perejil, hierbabuena y cebolleta.

Guisantes aliñados.
Aceitunas aliñadas.
Rollitos de hoja de parra rellenos de arroz y pasas.
Salsa de yogur.
Puré de berebjenas a la barbacoa.

Frituras callejeras. (¿Familiar verdad?)

En el bufé:
Crema de lentejas y yogur.
Berenjena rellena de carne.
Pimientos verdes rellenos de carne.
Albondigas de cordero estofadas.
Pastel de carne y puré de patatas.


sábado, 12 de marzo de 2011

"Delicias Turcas" actualizadas.





Gracias a dios -o a alá- no tan sólo de las clásicas delicias viven los turcos en Estambul.
 Doy fe.


viernes, 4 de marzo de 2011

Como en casa... en ningún sitio.


El primer viernes de cada mes comemos pizza. 
Una tradición familiar como otra cualquiera.

Esta vez la mitad derecha de jamón y queso para el "finolis" de mi hijo; la mitad izquierda de lomo a la barbacoa, cebolla y pimiento verde para mi mujer y yo.
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